Recordamos lo que nos duele

Así puede ser la vida, varias decepciones a la vez. Son aquellas cosas en las que se confía y luego simplemente se desvanecen. Eso lo entendemos con el tiempo. A veces la vida parece una seguidilla de amarguras y desencantos. ¿Provocados? ¿Inducidos? ¿Fortuitos? Quién sabe. Cuando las vemos, ya se encuentran allí.
En esta vida nos desencantamos, nos desengañamos del mundo. Origen de esta antología. Las decepciones pueden venir de cualquier lado y del lugar donde menos se lo espera uno. ¿Qué nos queda? Enfrentar ese momento con gallardía. Nada nos prepara al caer lentamente en ese abismo. Y es una caída continua, a veces sin retorno, otras veces profunda. Nunca salimos incólumes de ella. Salimos lastimados, porque es una caída larga y extendida. Pero ¿Qué nos queda? Caer. Es inevitable.
En la vida tendremos muchas caídas. Tendremos que levantarnos, con raspaduras y todo. En este caso nos levantaremos para volver a confiar. ¿Otra vez en la vida? Para nosotros los ingenuos tal vez sí. Para otros ya no hay retorno. Con el tiempo las heridas sanan y dejan cicatrices. Que te recuerdan que la vida son tropiezos continuos. Son caídas de bicicleta. ¿Qué recordamos? Preguntó alguna vez Schopenhauer. Recordamos lo que nos duele. Yo no quiero hacerlo. Quiero recordar la emoción de aquella bicicleta que monté. De aquel árbol al que subí. No quiero dolor. No quiero sufrir, ya suficiente tiene el mundo.

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