No sé si lo recuerdo o me lo contaron pero cuando era chiquita mi mamá me decía "dame la mano para cruzar la calle", y yo le decía "no, no te la doy, te la presto", porque dar la mano me sonaba a darla, sacármela y darla ¿pero dar una mano no es un poco eso?
Dar una mano a alguien es mucho más que hacer un favor. No es dedicar unos minutos que te sobran o prestar una remera que no usas, es dar una

parte tuya, es darte vos.
Dar la mano es aferrarte y aferrar al otro. Cuando el mundo se vuelve un abismo y todo se cae tus manos no se aferran a algo, se aferran a alguien, alguien que no te deja caer.
Cuando vos diste tu mano ya no hay forma de soltarla, ya no es tuya, está unida a la del otro, las dos manos son una.
Las manos nos unen, nos suman, cuando damos la mano dejamos de ser yo para ser nosotros.
Mi mano ya no es mía, es tuya, o nuestra. Nunca voy a soltarte la mano, pase lo que pase.
La vida es como un juego de naipes, en la cual te dan cartas buenas y cartas malas. Algunas veces no tienes las cartas que te hubiese gustado tener, pero lo primordial no es cuantos naipes, ni que tan buenas cartas tengas en determinados momentos de la vida, sino que tan bien sepas jugar esas cartas en esos determinados momentos.
Desearía olvidar todo, sin dejar ninguna huella atrás. Olvidar hasta que ya no recuerde más, esos momentos en que quisiera no estar aqui. Olvidar esos días en que pensaba cómo sería la vida sin mí... Cómo sería si ya no existiese. Olvidar esos días en que estaba deprimida y no tenía nadie a mi lado. Olvidar momentos en que tenía que ser fuerte y dejar todo atrás. Sólo quiero olvidar...
Pero para olvidar, no sirve de nada escapar. Porque si escapo, no soluciono nada de mi vida, entonces no cambiaría nada.